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viernes, 18 de diciembre de 2009

EL CARTUCHO DE MANTECADOS


Abro la enésima tarjeta de felicitación navideña desde mi correo electrónico, porque aquéllas en papel, con sonrosados pastorcillos de Ferrándiz ya sólo las encuentro en esa caja metálica del Colacao donde he ido guardando, año tras año, trozos de recuerdos.


Las campanillas, campanean; los renos vuelan veloces sobre una nieve que nieva; Papa Noel, con risa gutural incluida, me ofrece una cajita envuelta en papel rojo brillante y adornado con un lazo blanco; de fondo musical el Merry Christmas, cuyo estribillo soy incapaz de tararear porque, el inglés, como que me traba la lengua.

Agradezco al remitente su cortesía a la par que mi mente recuerda lo sencillo que era cantar cómo beben los peces en el río, mientras la Virgen María lavaba pañales y tendía en el romero.

La calle, engalanada para la ocasión, se cubre de miles de lucecitas, que ya no son globos cristalinos de colores, cuyos filamentos incandescentes nos alumbraban hasta la noche de Reyes, ahora parpadean bombillas de led, por lo del ahorro energético. Desde los escaparates de las interminables tiendas, miles de reclamos te invitan a comprar Felicidad disfrazada de pantalla de plasma o de blackberry (trasto que todavía no sé para qué sirve). El gentío, aturullado y de bulla, de un lado para otro, va con los hombros caídos por el peso de paquetes y bolsas. El gran abeto preside, hierático, la plaza del Ayuntamiento.

Al pobre nigeriano de la esquina, que luchó contra vientos y mareas en el cayuco que le desembarcó aquí, se le acerca la autoridad y le induce a recoger sus paraguas plegables y bolsos de cuero, en cumplimiento de la recién estrenada Ley de Convivencia Ciudadana, por la que queda prohibida la venta en la vía pública sin papeles, amén de malabaristas, payasos, mimos y músicos callejeros, que corren la misma suerte.

Sólo falta el pavo, la langosta, la piña, el caviar…, y los regalos y el traje y los adornos y las velas y…!ya es Navidad!

Sin ser vista, me escabullo y me alejo de esta locura con mi cartucho de mantecados. Y por si acaso, y en previsión de males mayores, desenvuelvo las pequeñas figuras de barro, que de un año para otro duermen entre hojas de periódico, escondidas en su caja de cartón dentro del altillo de mi armario.

A la burra ya le falta una oreja y la lavandera, manca del brazo derecho, frota la ropa, de rodillas, sobre su tabla, en la orilla del río de papel de aluminio. Los Reyes Magos siguen intactos, encaminándose solemnes al puente de corcho. Herodes, en su castillo, medita como combatir a ese Rey que le disputará el trono. Los pastores dormitan bajo un cielo imaginario, mientras la Estrella, que siempre se cae porque la chincheta no termina de clavarse, les muestra el pesebre.


Cuando cojo al Niño entre mis dedos, Él, parece sentir el calor de mis manos. Después de mullir la paja, con sigilo, lo dejo sobre su cuna, no quisiera despertarlo.

En ese instante, el gallo, canta anunciando la madrugada.



miércoles, 2 de diciembre de 2009

DIMES Y DIRETES


           Ando más liá que la pata de un romano, que si fue que si vino, que si dejo de ir, y no es por enredar, pero para líos, los del Montepío. No lo veo yo, esto, muy claro, aunque todo es según el cristal con que se mire y sin embargo, a quién madruga Dios le ayuda, aunque a mí por mucho madrugar no me amanece más temprano.


           Ya lo sé, teta y sopas no caben en la boca, pero es que nadie escarmienta en cabeza ajena, y yo como ese que mucho abarca y poco aprieta, y ahí, me acuerdo otra vez de Dios, que Él sí que aprieta pero no ahoga.

           Mi madre siempre me dice: -¡Niña, que no se puede estar en misa y repicando! Y yo le respondo que el que algo quiere, algo le cuesta. Y ella me contesta que sólo soy aprendiz de todo y oficinal de nada.

           Sin embargo, el que la sigue, la consigue, de modo que por un oído me entra y por el otro me sale, y a la mar marea y a la Virgen cirios. A ver qué pasa, porque el que no llora no mama.

           Terca como una mula y por donde meto la cabeza quiero sacarla, pero sarna con gusto no pica, de manera que no importa si no puedo, yo quiero y querer es poder, así que yo: genio y figura hasta la sepultura.