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sábado, 19 de julio de 2014

Del verano

Las bullas de primeros de julio, por aquellos entonces, eran otras muy distintas. Los críos, ansiosos, correteaban por los cuartos reconociendo cada uno, certificando que cada cosa se mantenía en su sitio, tal y como quedaron tras el pasado fin de semana. Entre tanto, su padre y yo, lejos de comprobaciones nos afanábamos en acomodar los bultos de alimentos, ropa y demás enseres que habían ocupado hasta el último milímetro libre del maletero de nuestro Opel del 92. Dos meses por delante para vivirlos entre playa y campo, enlazando cumpleaños, fiestas patronales y tardes al fresco bajo la parra o en el poyo de la plaza. Buenos veranos, aquellos de entonces,  con el desorden propio de críos sin colegio, ausentes de horarios, libres de compromisos, cada uno en sus quehaceres predilectos. Cuando todo estaba bajo control.