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martes, 4 de mayo de 2010

LAS CRUCES DE MAYO

Desde que me conozco, el Día de la Cruz ha sido uno de los grandes. Un revoleo, de claveles rojos, agitaba el aire, que a veces era de primavera, otras de un rezagado invierno. Guiñaban de patio en patio, de plazuela en plazuela, a un gentío que acudía a su reclamo.

La víspera, mi madre, planchaba cada volante de mi vestido de gitana. Sacaba del armario la caja de cartón donde guardaba los abalorios: zarcillos, collares de cuentas, pulseras, peinetas y flores de tela. Los zapatillos de tacón, salpicados de lunares, me esperaban al píe de mi cama.

El 3 de Mayo, amanecía.

De la Vega subían con las habas recién cortadas, los hortelanos, y de los hornos salían calientes y crujiendo, las salaillas.

Recorrer cada una de las cruces, era una obligación divertida. Caminaba junto a mi padre, mirando como los volantes de mi vestido bailaban al compás de mis pasos y los flecos del escote, iban y venían de un lado a otro, como las olas. Entonces llegábamos al Albayzín, a la Plaza de Aliatar, y buscábamos donde sentarnos en la terraza instalada junto a la Cruz, donde en la barra, servían cerveza fresquita o vino, de tapa: habas y salaillas, tortilla de patatas, pimientos fritos, migas… En el tablao, amenizado por guitarras, los más atrevidos bailaban al compás de granaínas, fandangos y sevillanas. Niña asómate a la reja, que te tengo que decir, que te tengo que decir un recaico a la oreja…Quiero vivir en Granada solamente por oír, la campana de la Vela, cuando me voy a dormir…

¿Sabes?-me relataba mi padre-hace muchos años, muchos, muchísimos, tantos que ni me acuerdo, que un rey editó un bando en el que escribió que cada 3 de Mayo se celebraría una fiesta en honor de la Santa Cruz. Entonces, los vecinos se reunieron y sacaron a sus patios lo mejor que tenían en sus casas: mantones, cuadros, cacharrería de cobre, colchas, jarrones de cerámica, espejos…y levantaron una cruz de flores…y acomodaron las macetas de geranios…y cubrieron el empedrado con juncia, romero, mastranzo…y espigas de cebada y trigo...y todos juntos celebraron la fiesta. Con el paso del tiempo se convirtió en una tradición popular y cada uno de los elementos es característico y tiene su significado.

Mira-proseguía él con su elocuencia-las casas de vecinos, antes, todas tenían patios, lo heredamos de los árabes, pero esto te lo contaré otro día. Alrededor de ellos, que solía tener tres plantas, estaban las viviendas. En el centro de ese patio tan singular, siempre había una fuente, por eso en cada Cruz no puede faltar la fuente con su surtidor. Yo, lo que no entendía, era aquel pero atravesado con las tijeras. Te lo explico-carraspeaba para aclararse la voz-nadie quiere que le pongan peros a su Cruz, de modo que si alguien se atreve a tal cosa, con las tijeras le cortarán la lengua.

Jamás me he atrevido a poner peros, por si acaso.

Un chavea tiraba entonces de la chaqueta de papá.

-Zeñorico, sea usté apañao y deme un chavico pá la Santa Cruz.

Mi padre rebuscaba en sus bolsillos y sacaba dos reales.

sábado, 1 de mayo de 2010

MAMÁ

Andamos siempre discutiendo, sin enfados, pero sin ponernos de acuerdo. Es que no me comprende, pienso yo. ¿Tan difícil es entender lo que le digo?, pensará ella.


Me cuenta que no fue fácil, dos días de parto y la cría sin querer nacer. Era la primera, antes se malogró. Dos turnos de matronas. Pero Loli, ¿aún estás aquí? Ella sólo acertaba a llorar, impaciente y nerviosa. De pronto, como un vendaval, de madrugada, el día de Todos los Santos, abrió sus ojillos una niña de pelo negro, regordeta y sonrosada.

Una tarde de verano fue la peor, no despertabas de tu sueño -me sigue relatando-ardías como la lumbre. Te envolví en una mantilla y así, como estabas, me tiré a la calle en busca del médico, que gracias a Dios, tenía la consulta cerca de nuestra casa. Anginas diagnosticó. La fiebre te había dejado inconsciente…

Han pasado cincuenta años, y ella sigue ahí, cómo si fuera mi sombra. Pequeña y peripuesta.

Dice le duele todo, pero cada día se compone, se pinta sus ojos, delinea sus labios y peinada de peluquería, bolso al hombro, pasea sus 86 años por los Jardincillos o la ribera del Genil, luego un café con sus hijas y una vueltecilla por el CorteInglés. Sólo voy a mirar, se excusa. Nada como una buena siesta después de almorzar y de ver la novela. Por la tarde, con un manejo envidiable del mando a distancia, revisaba todos los canales de su tdt.

Amante de la buena mesa, en el pueblo, se deleita con su placer favorito y complacemos sus caprichos de: buñuelos con chocolate o migas de sémola con pescado o habas con jamón o puchero de coles. Nunca le falta su vasillo de buen vino.

Mañana es primer domingo de Mayo y no te he comprado ningún regalo, creó que esta pincelada de frases entrelazadas son una buena felicitación: ¡te quiero, mamá!