Me cuenta que no fue fácil, dos días de parto y la cría sin querer nacer. Era la primera, antes se malogró. Dos turnos de matronas. Pero Loli, ¿aún estás aquí? Ella sólo acertaba a llorar, impaciente y nerviosa. De pronto, como un vendaval, de madrugada, el día de Todos los Santos, abrió sus ojillos una niña de pelo negro, regordeta y sonrosada.
Una tarde de verano fue la peor, no despertabas de tu sueño -me sigue relatando-ardías como la lumbre. Te envolví en una mantilla y así, como estabas, me tiré a la calle en busca del médico, que gracias a Dios, tenía la consulta cerca de nuestra casa. Anginas diagnosticó. La fiebre te había dejado inconsciente…
Han pasado cincuenta años, y ella sigue ahí, cómo si fuera mi sombra. Pequeña y peripuesta.
Dice le duele todo, pero cada día se compone, se pinta sus ojos, delinea sus labios y peinada de peluquería, bolso al hombro, pasea sus 86 años por los Jardincillos o la ribera del Genil, luego un café con sus hijas y una vueltecilla por el CorteInglés. Sólo voy a mirar, se excusa. Nada como una buena siesta después de almorzar y de ver la novela. Por la tarde, con un manejo envidiable del mando a distancia, revisaba todos los canales de su tdt.
Amante de la buena mesa, en el pueblo, se deleita con su placer favorito y complacemos sus caprichos de: buñuelos con chocolate o migas de sémola con pescado o habas con jamón o puchero de coles. Nunca le falta su vasillo de buen vino.
Mañana es primer domingo de Mayo y no te he comprado ningún regalo, creó que esta pincelada de frases entrelazadas son una buena felicitación: ¡te quiero, mamá!
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