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sábado, 1 de mayo de 2010

MAMÁ

Andamos siempre discutiendo, sin enfados, pero sin ponernos de acuerdo. Es que no me comprende, pienso yo. ¿Tan difícil es entender lo que le digo?, pensará ella.


Me cuenta que no fue fácil, dos días de parto y la cría sin querer nacer. Era la primera, antes se malogró. Dos turnos de matronas. Pero Loli, ¿aún estás aquí? Ella sólo acertaba a llorar, impaciente y nerviosa. De pronto, como un vendaval, de madrugada, el día de Todos los Santos, abrió sus ojillos una niña de pelo negro, regordeta y sonrosada.

Una tarde de verano fue la peor, no despertabas de tu sueño -me sigue relatando-ardías como la lumbre. Te envolví en una mantilla y así, como estabas, me tiré a la calle en busca del médico, que gracias a Dios, tenía la consulta cerca de nuestra casa. Anginas diagnosticó. La fiebre te había dejado inconsciente…

Han pasado cincuenta años, y ella sigue ahí, cómo si fuera mi sombra. Pequeña y peripuesta.

Dice le duele todo, pero cada día se compone, se pinta sus ojos, delinea sus labios y peinada de peluquería, bolso al hombro, pasea sus 86 años por los Jardincillos o la ribera del Genil, luego un café con sus hijas y una vueltecilla por el CorteInglés. Sólo voy a mirar, se excusa. Nada como una buena siesta después de almorzar y de ver la novela. Por la tarde, con un manejo envidiable del mando a distancia, revisaba todos los canales de su tdt.

Amante de la buena mesa, en el pueblo, se deleita con su placer favorito y complacemos sus caprichos de: buñuelos con chocolate o migas de sémola con pescado o habas con jamón o puchero de coles. Nunca le falta su vasillo de buen vino.

Mañana es primer domingo de Mayo y no te he comprado ningún regalo, creó que esta pincelada de frases entrelazadas son una buena felicitación: ¡te quiero, mamá!

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