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domingo, 30 de agosto de 2009

LAS FIESTAS


Miro las banderitas de papel, que cuelgan entre el tejado del Molino y la reja de mi ventana. Ya solitarias y azotadas de vez en cuando, por este aire de Levante de finales de Agosto.
¡Hasta el año que viene¡. Suspira el corazón y se consuela pensando: está a la vuelta de la esquina. Si, una vuelta de esquina de más de trescientos días, pero cuando alcanzas el medio centenar de vida los trancos de la escalera se bajan , ya has dejado de subir (que realmente es lo que cuesta), y de ahí pienso, la bulla del tiempo.
¡Cuánto se va quedando atrás…¡, y eso es bueno porque lo has vivido.
Éstas han sido distintas. El marco ha dado un giro de 360º.
Los primeros comentarios del cambio me llegaron en Junio, -¿sabes que las fiestas van a ser en el Mirador?- me dijeron. Puede ser buena idea, cavilé. Lo cierto es que la situación lo estaba pidiendo a voces.
El aparcamiento bajo el Mercado y la Consulta del médico hacía ya que agobiaba al personal y no era el lugar idóneo para celebrar las fiestas patronales que año tras año ganaban fama y adeptos: la orquesta cada vez ocupando más pista de baile con voltios, amperios y decibelios propagándose por retinas y tímpanos; sauna gratis cuando te marcabas unos pasodobles; si remoloneabas un poco en la cena las mesas ya estaban ocupadas; hileras de vehículos aparcados que habías de ir sorteando; invasión total del centro de la villa.
La controversia estaba servida.
Desde mi entender el cambio ha sido para bien, cierto que la víspera me encontré rara, desubicada, que diría un hispanoamericano. El decorado no casaba con mis anteriores “santocristos” pero la brisa de la Sierra me traía el mismo aroma de romeros y tomillos. La parentela, amigos y conocidos deambulaban en torno a mí. No, no me había equivocado de localidad, simplemente surgió la metamorfosis, nuestro Pueblo se hizo mayor y sus pantalones cortos como que le quedaban chicos y precisaba vestirse de largo. Y así fue.

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